UNA BIOGRAFÍA DE GLORIA Y DESDICHAS


El Alavés se hace nonagenario con una mirada tierna a su pasado y la esperanza de librar una crisis que amenaza su futuro

(Informa: José Ángel Martínez ViguriEl Correo)

Solo una vez en la vida se cumplen 90 años, un privilegio del que unos pocos disfrutan, cómo no el Deportivo Alavés, a quien la longevidad le respeta aunque el soplo hoy de las velas le pille en muy mal momento. Tal vez en el peor, sin tarta que degustar, infeliz y desdichado. Con achaques propios de la edad, por la salud y el bolsillo sin cartera. Ni un duro, con una de sus propiedades, la ciudad deportiva de Ibaia, a subasta por una deuda con la Tesorería de la Seguridad Social de 356.000 euros más el riesgo de liquidación judicial si no paga ya lo mucho que debe a su larga lista de acreedores. El nonagenario emblema alavés, amado por los futboleros, sentido también por los que no lo son tanto o nada y admirado en Europa hace casi una década por un partido sublime contra el Liverpool, quiere creer que saldrá de esta como salió de otras. Pero necesita un poco de cariño, una mano amiga, una capitalización de 2,5 millones de euros para seguir dando guerra por los campos y que, mientras se da a conocer el inversor silencioso, los futbolistas de hoy se dediquen a lo que saben hacer, en suma, a jugar para materializar el ascenso a Segunda en junio y ahogar las penas en champán.

Hasta en cuatro ocasiones a lo largo de su envejecimiento ha contemplado el Alavés, casi siempre deudor de alguien, su desaparición, la última y recordada en 1986, cuando fue descendido al pozo de Tercera por moroso -25 millones de pesetas tuvieron la culpa-. Y de todas resurgió potente haciendo honor al himno que un día compuso el bardo vitoriano Alfredo Donnay de paseo por la Llanada. Algo de bravo, como reza igualmente la letra en su estrofa inicial, y bastante de incombustible -de esto no dice nada- debe tener un club, ‘El Glorioso’ desde los remotos tiempos de Ciriaco y Quincoces, que acumula más descensos que ascensos, al que bajaron tres veces en los despachos federativos, el que permutó al Ayuntamiento la propiedad de Mendizorroza, levantado sobre un trigal, para perderla por siempre… El particular teatro de los sueños alavesistas por el que hasta anteayer han seguido discutiendo ambos, como niños.

Bingo, tragaperras y atraco

El mismo club en azul y blanco que programó actuaciones variopintas -teatrales, musicales y tómbola-, hasta un bingo, y que tiró de máquinas tragaperras polvorientas en los bajos de Cervantes para recaudar los duros de los que carecía, el que antes había batallado sobre el fango de Regional (1970-71), la categoría más degradada a la que cayó. Al que atracaron a punta de pistola una taquilla de dos millones de pesetas de un derbi con el Barakaldo (1992) y quien ha resistido -todos lo recuerdan y lo maldicen- a las incontables tropelías y embates del peor de cuantos le han presidido en tan azarosa vida, ‘tiritri’ Piterman.

Es este desventurado el mismo ‘Glorioso’ que, salvando las trincheras de su biografía, una dichosa tarde de 1929 se proclamó campeón de Vizcaya para escarnio del entonces imbatible Athletic; el que lideró la Primera División al año siguiente con el ‘chipirón’ Olivares de ‘pichichi’; quien dio internacionales y olímpicos a España y también un flamante seleccionador nacional, el doctor Amadeo García de Salazar… El Alavés que conquistó la Copa Brigadas de Navarra en 1938 -2-1 sobre el Oriamendi- en plena Guerra Civil proclamándolo como «el mejor equipo de la España liberada», escribió la Prensa local; y el que por las manos de Fede Anda alzó al cielo la I Copa Federación (1946) en el Metropolitano, con el termómetro de Madrid a 42 grados, en ebullición -3-2 al Sueca después de la prórroga (1-1)-. De regreso a casa, los héroes pasearon por Vitoria sobre una camioneta aclamados por el gentío. «El D. Alavés, campeón, saluda a la afición», dedicaba la pancarta sobre la baca de la diligencia.

La delicia de Dortmund

Entusiasmo nada comparable con el mayor de todos, el irrepetible que se escenificó en la ciudad alemana de Dortmund, donde un 16 de mayo de 2001 el Deportivo Alavés elevó a los altares futbolísticos la más hermosa de cuantas derrotas haya habido. Jamás un perdedor, modesto como el vitoriano, que para la ocasión vistió inexplicamente de azul y oro, como Boca Juniors, cosechó la admiración de tantos, acaparó el unánime agradecimiento por hacer de la disputa balompédica el ensalzamiento de la suma de todos los valores deportivos.

La que para muchos está considerada como la mejor final de la historia de la Copa de la UEFA, joya de videoteca, acabó bruscamente en el minuto 118 con un gol de oro de Geli pero en propia puerta, el fatal desenlace de un duelo primoroso, de ida y vuelta, que lucía empate a 4 en el fatídico instante. Aquella noche de lágrimas y de sonrisa para la otra mitad del Westfalenstadion, que debe perdurar en la memoria de generaciones de alavesistas, hasta de las que no tuvieron ocasión de contemplarla, fue no solo del afamado Liverpool, ganador gracias al empeño por vencer de un grandísimo derrotado, sino también la de éste, un Alavés que, como su rival, se identificó con el ‘You’ll never walk alone’ (‘Nunca caminarás solo’), el himno de los ‘reeds’.

Así debieron fiarlo, ochenta años antes, los quince vitorianos que acordaron en asamblea reconvertir el Sport Friend’s Club en Deportivo Alavés, un nombre más propio de la Vitoria creciente. El ‘football’ se hizo fútbol en albiazul. De esa manera, con un cambio de identidad aprobado por 15 votos a favor y 4 en contra, se rebautizó a la criatura una mañana de domingo, como hoy, la del 23 de enero de 1921. Ahora, una pasión viva, noventa calendarios de recuerdos. Ayer, Hilario Dorao, su presidente y director del diario ‘La Libertad’, debió quedar tranquilo con aquel apaño antianglicista, «pues casi todos los vitorianos se preguntaban: ¿qué quiere decir friend’s?», escribió en su rotativo.

Como 90 años dan para mucho, al Alavés le han dado para militar once en Primera, quedarse cuatro veces a las puertas de la final de la Copa -desde la de Alfonso XIII hasta la del Rey-, ser convenido del Real Madrid y del Athletic, meterle un 7-0 al Valencia y hasta para suspender un partido contra los rojiblancos porque de tanta gente que había en Mendizorroza los del graderío bajaron al barro.

También para llorar el fallecimiento de Sarasola en accidente de tráfico cuando venía a entrenar, dar cobijo a los primeros oriundos, a Valdano, temer por el voraz incendio del Corona de Aragón -cuatro directivos y Badiola estaban allí; hubo 84 muertos-, lamentar su suerte en los malditos ‘play off’, transformarse en sociedad anónima… Por todo y por mucho más, ‘x90+’, lema que hace un mes ingenió alguien de su fútbol base que se angustia porque se frustre una biografía de gloria y desdichas.

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